Autor:@Lucía Martín(colaborador de idealista news)
El que se defina como español y muy español, parafraseando a aquél, debería tener en su casa un botijo porque, ¿qué hay más español que ese envase de barro que conserva el agua fresquita en verano y sin necesidad de nevera?
El botijo es sinónimo del sur de España: por lógica, no vamos a encontrar un botijo en el País Vasco, por ejemplo, porque allí las temperaturas no son tan extremas en verano. Puede parecernos un artilugio muy modesto pero a menudo lo más evolucionado es lo más simple (menos es más, es una de las máximas del diseño) y el botijo tiene el honor de haber aparecido, por ejemplo, en las páginas de la revista Chemical Engineering Education, en la que dos investigadores de la Politécnica de Madrid publicaban en 1995 la explicación científica de por qué el botijo mantiene el agua fresquita con una diferencia con la del ambiente que a veces puede estar en diez grados. Muere de envidia, frigorífico, ¿quién dijo tarifa eléctrica desbocada cuando se tiene un botijo?
Pero vayamos primero con los orígenes del botijo, ¿de dónde viene? El vocablo viene del latín “butticula” y la RAE lo define como “vasija de barro poroso que se usa para refrescar el agua, de vientre abultado, con asa en la parte superior, a uno de los lados boca para llenarlo de agua y al opuesto, un pitorro para beber”.
Los primeros vestigios del botijo en España se localizan hace 3.500 años, en el sur de la península. De hecho se encontró un ejemplar en el yacimiento de Puntarrón Chico, en Murcia, o sea, por aquella época ya hacía calor por estas latitudes. En la edad de Bronce el botijo se utilizó en el Mediterráneo y en la Grecia helenística como artículo ornamental, no solo para dispensar agua.
Pero, ¿qué es lo que explica que mantenga el agua fresquita? Al estar fabricado con un material poroso, también en el interior, que no es lacado, y al disponer de aberturas para su llenado y el orificio para beber, el diseño hace que el agua circule dentro del recipiente en un proceso de evaporación constante. El agua del interior se filtra por los poros de la arcilla y al entrar en contacto con el ambiente seco del exterior, se evapora, lo que produce el enfriamiento. La clave del enfriamiento está en la evaporación del agua exudada ya que ésta, para evaporarse, extrae parte de la energía térmica del agua almacenada dentro del recipiente.
Evidentemente, se han producido evoluciones en el diseño del botijo: está el Rebotijo, de Martín Azúa o el Neobotijo, de diez+diez diseño, por citar solo algunos. Nos gustan especialmente el botijo Sancho, redondito, como no puede ser de otra forma. Y la botella La Siesta inspirada en el mismo de la firma Diabla (que ojo, es botella de terracota, no botijo).
Y por supuesto, antes de usar el botijo hay que hacer lo que decía mi padre: pasarle un agua varias veces y dejarlo con un poco de agua antes de usarlo, para limpiar impurezas. Y por supuesto, el auténtico español/a… ¡no chupa del pitorro!