Se fueron los 3 Magos de Oriente por donde vinieron. Imagino que a la vuelta llevarían GPS o tomarían un vuelo directo, sin sus camellos, porque la tecnología también les debe de haber llegado a ellos, puesto que tanto ordenador, Iphone, tablets y demás útiles con los que venían cargados, los proveedores les habrán donado algún material.
Se fueron con el 2021 a cuestas para tirarlo por un barranco cerca del Mar Muerto. También podían haber cargado con un poco más de utensilios y hacer desaparecer el maldito coronavirus, que sin padecerlo, nos apesadumbra a todos.
Marcharon cargados de propósitos para el 2022 a cambio de abrir ilusiones la noche del día 5 pasado. Pero creo que el carbón, si no hizo acto de presencia en más hogares, fue porque los de Oriente admiten sobornos, sobre todo a los bocachanclas a los que mantenemos todos.
Se van los Reyes y nos dejan las neveras llenas, las carteras vacías y la ropa encogida. Porque en eso no fallan. Muchos regalos, mucho amor, mucha sonrisa, pero la realidad es que en las calles nos ponen las lucecitas de Navidad cuyo fin es en un centro comercial donde el dinero no se ve pero vuela de nuestra cuenta bancaria.
La compulsión de comprar por si viene alguien, cuando sabemos que la pandemia ha cerrado las puertas a cal y canto, que no íbamos a tener visitas, pero por si acaso, unos turrones, los mantecados, los ingredientes del relleno para las pelotas, los regalos…porque ya vendrán, aunque sea para Semana Santa. El instinto nato que nos han imbuído los buenos anuncios, y hasta los malos, los grandes almacenes y hasta la tienda de los chinos para comprar, comprar y comprar.
¿Y los kilos? Eso es un tema mucho más serio, porque todos los años nos pasa. Tanta comida que no se debe tirar, tanto frio que no se puede salir a pasear, tanto lugar donde si no llevas un papelito no te dejan entrar… todo unido hace que comamos y devoremos la televisión, haciendo de nuestros cuerpos verdaderas cargas para muchos meses.
Tendremos que hacer como el rey Sancho I, alias “El Gordo”, a quien en el año 958 le obligaron a dejar el trono porque pesaba 240 kilos y no había sillón que lo aguantara. Es cierto que el hombre comía 7 veces al día 17 platos diferentes, así que le cosieron la boca durante 40 días y lo alimentaron con zumos e infusiones de agua salada. Claro que adelgazó, y con ello, dos años después y varias batallas, recuperó su trono. Pero al final, en el 966 murió envenenado al comerse una manzana.
Se fueron los tres Reyes Magos de Oriente y nos dejaron con un año más por delante para ver si en la próxima Navidad nos merecemos carbón o regalos.
Si hasta San Antón, Pascuas son…ya hemos consumido el tiempo máximo permitido para recoger los adornos navideños y devolver a los altillos el nacimiento y el árbol. Ahora a esperar once meses, que tampoco es tanto para volver a cantar villancicos.