Por Julia Romero
El inicio de la celebración de Navidad se remonta al s. IV, exactamente al año 350 cuando el papa Julio I pidió que el nacimiento de Cristo se celebrase el 25 de diciembre, algo que plasmó en un decreto el papa Liberio.
Más antigua aún es la moda de comer pavo en los banquetes. Se remonta a mucho antes del nacimiento de Cristo, ya que es una tradición grecorromana. Entonces eran las ocas las que poblaban las mesas, para después cambiar al capón en el siglo VI y el gallo en el siglo XIII. Así hemos llegado al pavo en la actualidad.
No tan lejano en el tiempo nos vamos a ir. Recordemos cómo era la Navidad a mediados del siglo pasado. Allá por 1950 había ciertas tradiciones que se realizaban en todo el país y, cómo no, en Murcia.
Siempre hubo diferencias notables entre los barrios ricos y barrios pobres, y el hecho más distanciador fue, sin duda, la comida.
Los paveros acudían con sus manadas de aves a las plazas de los pueblos a donde acudían las sirvientas de los ricos para hacerse con un buen ejemplar que debían matar, poner en remojo y desplumar a fin de tener la carne preparada para la cena de Nochebuena.
Cuando llegaba Navidad, en la casa de los pobres, las mujeres empezaban un par de semanas antes a cocinar los cordiales, los mantecados, los rollos y los pasteles de cabello de ángel; mientras que los ricos compraban estos manjares a las monjas y adicionaban la bandeja de las Pascuas con frutas escarchadas y mazapanes.
El turrón duro también se hacía en casa del pobre, mientras que en la del rico se adquiría ya fabricado en la vecina provincia de Alicante, que surtía a las tiendas de la capital.
La bebida tradicional de esas fechas en Murcia era el coñac Porthos, anís Pepito, Castellana y el anís Salzillo que se hacía en Algezares y que llevaba en su etiqueta el Ángel de la Oración. También se degustaba el licor de menta o el de café. Pero si eras rico debían tener anís Marie Brizard, igual que brindar con champagne o cava, mientras que los pobres lo hacían con Sidra “El Gaitero”
Era muy común ver a los Auroros (cuadrillas de músicos) recorrer las calles de Murcia cantando el aguilando para recoger dinero, comida o ropa que después llevaban a los necesitados.
El primer árbol de Navidad que se instaló en Murcia capital fue en Galerías Preciados, que estaba entonces en la plaza Cetina. En su primera Navidad en la capital, pusieron un abeto de más de 3 metros de altura en la puerta principal como reclamo de la tienda. Todos los murcianos pasaron por allí para observar aquel bonito elemento decorativo.
Los hogares no comenzaron a decorarse con árboles hasta mediados de los años 50, y surgieron también por aquel entonces los belenes vivientes, de los que ya pocos quedan, salvo el de El Raal.
Como no había adornos navideños, los árboles portaban colgados de sus ramas, diversa comida, especialmente fruta. Pero aquello provocaba que el moho y las moscas camparan a sus anchas, así que más tarde se fue cambiando por snacks de palomitas de maíz.
Era muy común encontrar en las calles de los barrios ricos, días antes de Navidad, a los carteros, bomberos y serenos que repartían estampitas felicitando las fiestas a sus clientes más selectos, quienes les daban un pequeño donativo con el que ampliar su escasa economía para esos días.
En cuanto a los niños, el juguete más famoso en la década de los cincuenta, era el teléfono de juguete y para las niñas la típica muñeca para la que muchas veces se compraban papeletas o se participaba en concursos como el que hacía cada año Chocolates Elgorriaga.
Así era la Navidad en la época de nuestros padres, y como todo, dependía del lugar donde vivieses para disfrutarla de una manera o de otra, pero lo importante era intentar ser felices. Igual que ahora.
FUENTE: Alberto Castillo, murciaeconomia.com
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