Se acerca el día 1 de noviembre y con él tradiciones ancestrales que nos inculcaron nuestros antepasados, se dejan caer por nuestras casas: poner velas a los muertos, visitas a los cementerios para rendir homenaje a nuestros allegados que nos dejaron, las películas de miedo que pueblan las carteleras, etc.
Pequeños detalles que se nos quedan cortos si no los ampliamos con otras tradiciones que nos están llegando desde más allá del océano: Halloween.
Muchos critican esta fiesta porque no es genuina nuestra, pero es cierto que los mismos que lo hacen disfrutan comprando algún objeto de decoración para no desentonar con la moda. Tiendas de juguetes amplían su oferta con macabros fantasmas o calabazas con caras pintadas, comercios asiáticos que, impulsados por la globalización, nos alucinan con cantidad de objetos que nunca pertenecieron a nuestra cultura, pero que estamos dispuestos a aceptar.
Igual que sucede con Papá Noel, a veces tenemos que abrirnos a otras formas de disfrutar de los días festivos y, quizá, algunos como el 1 de noviembre, hacerlos un poco más amables y compartirlos con los niños para que el miedo a las máscaras o esqueletos, brujas y gatos negros, no sean para ellos motivo de repulsa.
Se celebra la muerte, pero se celebra la vida porque lo que hacemos es intentar transformar algo doloroso o terrorífico, en una muestra más de disfrute, y eso no debemos olvidarlo.
En Torre Pacheco, Murcia, una pareja formada por Jeny Sánchez y Jose Navarro, han encontrado la forma de disfrutar de la fiesta de los difuntos haciendo de ello todo un espectáculo. Hace ya diez años que comenzaron organizando decoraciones de los exteriores de su barrio junto a sus vecinos, pero la pandemia pudo con ello, y a día de hoy, solamente ellos persisten en el empeño de transformar su jardín en un impresionante cementerio donde brujas, esqueletos, ratas, telarañas, ojos, y hasta un espantapájaros a tamaño natural y que parece talmente un ser humano, son objeto de admiración para los niños que los visitan.
Cada año se amplía el espectáculo con objetos que ellos mismos fabrican. Durante todo el año, en sus ratos libres y junto a sus hijas Leire y Luna, construyen lápidas, bichos horripilantes, tarros con pócimas, fantasmas, seres más propios de Walking Dead que del día a día.
Durante los últimos diez días de octubre y hasta el 1 de noviembre, su domicilio es visitado por cantidad de familias que van a comprobar cómo está la “casa del miedo” de Torre Pacheco. Mediante artefactos inventados por ellos como el dispensador de caramelos que fabricaron a raíz de la obligación de guardar la distancia de seguridad cuando el Covid nos privó de una vida normal, hasta las ratas recreadas con una auténtica imitación de las reales, o la mesa llena de ojos y pócimas, todo son detalles que hacen obligatoria la visita a su casa si estás por la zona.
Tal ha sido su éxito, que un supermercado de la zona les ha encargado la decoración de sus instalaciones para el disfrute de sus clientes. Eso sí, Jose y Jeny no han tenido reparo en ponerse manos a la obra y realizar desde muñecos hasta piruletas para complacer a sus vecinos.
Sus hijas disfrutan, ellos lo pasan en grande durante todo el año realizando un trabajo que tiene una recompensa de unos días, pero que comparten en familia porque todo es realizado a mano. Una auténtica obra de arte.
Ya lo sabes, visita la “casa del miedo” en la calle Miguel Santana de Torre Pacheco, algún susto te llevarás, y tus hijos disfrutarán de la experiencia.