Autor: Alberto Hill Giménez
30, noviembre de 2020 – 11.20
Hace aproximadamente diez años visité junto a unos amigos múrcianos, que desconocían el lugar, Las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar, población cercana a Pilar de la Horadada y a San Javier. Me impactó sobremanera “la convivencia” entre este pequeño paraje natural que tiene la categoría, desde el año 1992, de Parque Regional, con las actividades turísticas de los cercanos bloques de apartamentos de turistas , la mayoría de origen murciano.
La cúspide de la sorpresa fue localizar a un grupo de flamencos que habían anidado en dichos arenales y marismas, y que no se alteraban por la contaminación acústica, lumínica y atmosférica de la zona, tal vez porque estos “oasis” cada día son más escasos y las aves se abrazan a ellas para sobrevivir en sus migraciones estivales e invernales.
Este Parque Regional murciano forma parte de una serie de parajes esparcidos por toda la costa mediterránea que empieza en La Camarga francesa donde desemboca el río Ródano, y continua por los “ Aiguamolls “ del Ampurdán en la provincia de Gerona, para continuar con los “Aiguamolls” del Delta del Llobregat en la desembocadura del
río Llobregat, muy cercanos a la capital catalana, Barcelona.
A ciento cincuenta kilómetros aparece el Delta del Ebro que como su nombre indica se formó gracias a la desembocadura y aportación de sedimentos del caudaloso río Ebro, aunque en los últimos diez años ha efectuado un retroceso de tres kilómetros.
La Albufera valenciana formaría también parte de esta red de marismas que son aprovechadas por miles de aves para trasladarse en su aventura migratoria en busca de climas mas templados, donde sus crías tienen posibilidades de sobrevivir.
Por último las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar con sus seis kilómetros de costa y 856 hectáreas hacen de antesala al Parque Nacional de Doñana en Huelva donde la desembocadura del río Guadalquivir ha creado un auténtico paraíso para dichas aves, muchas de ellas con la intención de poder “saltar” al continente africano.
Sin embargo la mayoría de estas marismas tienen que conjugar su existencia con la presión urbanística, industrial, turística, y cinegética, y en ocasiones también con el cambio climático por lo que los resultados no son los más deseados. Los franceses que miman los espacios públicos como nadie solucionaron el tema dividiendo el gran delta del río ródano que es La Camarga en dos zonas claramente diferenciadas. En la derecha del Delta se permitió todo tipo de actividades turísticas como urbanizaciones, hoteles, deportes náuticos, etc.… y todo el margen izquierdo es exclusivamente zona natural protegida donde miles de flamencos africanos anidan cada
año, y tiñen su cuerpo de color rosáceo gracias a la alimentación.
En cambio en el Delta del Ebro se permite la caza de miles de patos alrededor de dicho parque natural como costumbre histórica de sus habitantes, aprovechando que las aves se desplazan a la zonas rurales limítrofes con el parque en busca de alimento. Me consta que hace treinta años, una asociación naturalista alemana realizó aportaciones económicas en el Delta del Llobregat, situado cerca del aeropuerto de El Prat, ahora Josep Tarradellas, para que los ánades (patos) alemanes pudieran descansar
en sus viajes migratorios, y así pudieran tener la posibilidad de regresar en verano a Alemania, donde son valorados como un auténtico patrimonio nacional.
Las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar se han salvado milagrosamente de la presión urbanística y turística que asola el Mar Menor, aunque las noticias sobre el aumento del nivel del mar debido al cambio climático no presagian un buen futuro.
El Parque Regional dispone actualmente de un Centro de Interpretación que informa, mediante vídeos, exposiciones y publicaciones específicas, sobre los itinerarios a realizar ya sea a pie o en bicicleta, y también de la diversidad de flora y fauna que encontrará el visitante, como el flamenco, la avoceta, el cormorán grande, la cigüeñuela, la avoceta común, el charrancito común, la pagaza piconegra, la golondrina de mar y el zampullín cuellinegro.
Con referencia a la vegetación natural destacan los tarays, salicornias, almarjos y juncos, el pino carrasco, la sabina, el lentisco, el espino negro, el lirio, el cardo y la oruga de mar, éstas últimas en las zonas mas cercanas a la playa donde es posible encontrar restos de la posidonia oceánica.
Las encañizadas donde se practicaba la pesca artesanal y las salinas que todavía están en explotación completan esta sorprendente y agradable visita.
Por todo ello recomendamos la visita, en primavera o en otoño, a este idílico paraje natural convenientemente preparados con información previa, ropa y calzado adecuados a la estación elegida, repelente de mosquitos, unos buenos prismáticos, un botellín de agua, un poco de fruta, y una actitud de respeto y curiosidad hacia este humedal, que es
una visita obligada a todo viajero o turista que se acerque a la zona.