María Romero, 10:42/02-02-2021
Jaime José Cayetano Alfonso nació el 26 de octubre de 1783 en Crevillente, pero nadie llegó a conocerle por este nombre; para todos sería Jaime Alfonso “El Barbudo”. Hijo de Jaime Alfonso Juan y de Maria Antonia Juan Carrillo, se dedicaba a pastorear el ganado lanar de su padre y así fue como aprendió a lanzar las piedras con cierto tino, puesto que debía defenderse de los lobos que atacaban el rebaño.
A los veinticinco años se cansó del monte y se trasladó a Catral para trabajar en una finca, donde conoció a Antonia Gracia Doncella con quien tuvo dos hijos: José María y Juana Alfonso.
En Catral habitaba un bandido conocido como “El Zurdo”, quien intentó robar uvas en la finca donde Jaime trabajaba, pero éste le puso resistencia y tuvo que echar mano de su trabuco y disparar contra El Zurdo quien cayó muerto al instante. Ello le llevó a huir del pueblo. Recogió a su mujer y a sus hijos y los puso a salvo en una zona entre Orihuela y Santomera, donde vivía una cuñada suya, mientras que él huía a la sierra de Abanilla.
Para sobrevivir se hizo bandolero, extendiendo sus hazañas desde Alicante a la Sierra de la Pila de Abanilla, donde pronto se hizo muy popular. Su cuartel general se encontraba en la Cueva de la Excomunión y, desde allí, disponía los botines que usurpaba para repartir una parte entre los pobres, hecho que le hizo ganarse el favor del pueblo más humilde. Sin problema alguno, cuando algún carretero se le interponía y se negaba a darle el botín, el trabuco de “El Barbudo” siempre estaba disponible, lo que le llevó a asesinar a más de un comerciante.
Cuando los franceses al mando de Napoleón entraron en la península (1808-1814), luchó contra ellos y esto le supuso que, al terminar la contienda, la justicia perdonara sus deudas pudiendo así volver a su villa natal, pero poco le duró la tranquilidad, puesto que su vocación de bandolero pudo con él y volvió a sus anteriores correrías. Se tiene constancia que en 1815 asaltó a varios carreteros que viajaban entre Elche, Crevillente, Villena y Murcia, utilizando para cada asalto un disfraz diferente. Incluso llegó a cobrar un impuesto si alguien pasaba por lo que él denominaba “sus tierras”. Así, convirtió la zona en un camino de inseguridad que hizo que le pusieran precio a su cabeza; exactamente tres mil duros.
Durante el Trienio Liberal fue atraído por las causas absolutistas. Decidió defender la vuelta de Fernando VII y para ello, unido a su deseo de violencia, llegó a mandar en una partida de más de 30 bandoleros que asaltaban pueblos donde, lo primero que hacían, era romper la lápida de la Constitución y fusilar al alcalde. En 1822 entró en Jumilla y, con posterioridad, asaltó la prisión de Albatera para liberar a los encarcelados. Con la proclamación de Fernando VII como rey absoluto, se convirtió en un héroe, pero poco le duró puesto que retomó el peligroso camino del asalto, el robo y el asesinato.
Fue detenido en Murcia en 1824 y ejecutado el 5 de julio, en la Plaza de Santo Domingo, donde fue descuartizado en cinco trozos y sus despojos se frieron y se trasladaron como exposición pública ante los partidarios que tenía. Su cabeza fue expuesta en Crevillente y el resto en Hellín, Sax, Fortuna, Jumilla y Abanilla.