Cuando Cristóbal Colón regresó de uno de sus viajes a América, allá por el silo XVI, trajo consigo una fruta totalmente desconocida en Europa y a la que se bautizó con el nombre de piña por su parecido con la piña del pino.
Su nombre científico es Ananas Comosus, y en países sudamericanos es conocida como “ananás”, traducido como “fruta deliciosa” en portugués.
En España el cultivo de esta fruta se da en su totalidad en Canarias.
Originaria de Brasil, actualmente, según los expertos, la mejor piña del mundo se da en Costa Rica en la variedad “piña avión”.
Para los inexpertos en la elección de una piña, hay que decir que el punto de maduración se conoce cuando, tirando suavemente de las hojas, y si éstas se desprenden, quiere decir que está perfecta para su consumo. También podemos observar la punta verde puntiaguda, conocida como fronda y ahí, según su color más oscuro, estará madura.
La piña se deteriora a temperaturas inferiores a los 7ºC, por lo que no es conveniente dejarla en el frigorífico sin abrir, puesto que un lugar fresco y seco es el ideal para conservarla. Ahora bien, si está pelada y cortada, sí que la debemos dejar en el frigorífico recubierta con un envoltorio de plástico y consumir lo antes posible.
Todos la conocemos y hemos comido de su refrescante pulpa, o hemos bebido el zumo que se obtiene al exprimirla, incluso los más osados han perpetrado con ella una lucha dialéctica sobre gustos, concretamente si es adecuado su uso o no como ingrediente en una pizza. Pero para gustos…
Lo que no todos sabemos es la cantidad de beneficios que nos aporta su ingesta. Así, debemos conocer que el 86% de su peso está constituido por agua, lo que hace de la piña una importante fuente de hidratación y que sus calorías son mínimas, tendiendo a engañar su dulce sabor.
Por cada 100 gramos, la piña nos aporta unas 50 kcal, 13,12% de carbohidratos, pero ojo, éstos son de absorción lenta y son beneficiosos para el organismo; tiene un 18% de ácido ascórbico y 9’85% de azúcares, siendo éstos la sacarosa, la glucosa y la fructosa y que dependen del tiempo de maduración del fruto. A más tiempo en el árbol, más aporte calórico. Esto lo habremos comprobado al comer una piña más bien tierna al tacto, su sabor es mucho más dulce, ante lo que podemos deducir que la proporción de azúcar ha aumentado en el fruto.
La piña tiene minerales como el potasio, el calcio y el magnesio, así como vitamina C. Además, es excelente su consumo para personas con enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer.
Lo que no solemos utilizar de este fruto es su corteza. De esta parte de la piña se puede obtener fibra dietética y fenoles. Es bueno saber que la cáscara de piña hervida e infusionada tras la comidas o entre horas, sirve para reducir la inflamación y también el dolor y combate el estreñimiento. Esto no nos aportará fibra, pero su acción hidratante contribuye a ablandar las heces.
Gracias a la piña podemos regular nuestro tránsito intestinal, debido a su alto contenido en fibra comparado con otras frutas. También es beneficiosa para mejorar el aparato digestivo, evitando problemas intestinales como la diarrea y el síndrome de colon irritable. Eso sí, debe tomarse fresca, puesto que el calor anula la acción de la bromelina, que es una enzima proteolítica presente en el tallo y el fruto de la piña y que nos ayuda a disminuir de peso.
De la piña hay aspectos que se suelen desconocer, como es el hecho de ser antiinflamatoria y, por tanto, muy buena para los casos de tendinitis y afecciones reumáticas con edema en los miembros.
Mejora la salud de los ojos, gracias a los betacarotenos que tiene esta fruta, y ayuda a mantener los huesos fuertes por el calcio que nos aporta y a la regeneración de sus células.
Es recomendable para el hígado si se consume regularmente y ayuda a eliminar el agua que retenemos en los tejidos del cuerpo y que nos pueden producir dolores en piernas y manos, gota o aumento de peso o celulitis.
Si estás constipado y presentas mucosidad, no dejes de tomar piña, ya que ayuda a eliminarla. Está indicada también para el buen estado de los vasos sanguíneos y con ello nos ayuda a evitar problemas de circulación de la sangre, el aumento de la presión arterial y la formación de coágulos o el riesgo de embolias.
Nos protege de la piel ayudando a la cicatrización de las úlceras de la piel y de las quemaduras.
Por último destacaremos que interfiere en el desarrollo de células malignas y reduce el riesgo de metástasis de algunos tipos de cáncer. Se está investigando su ayuda en tratamientos con quimioterapia, y parece ser que tiene un efecto positivo al potenciar sus efectos.
También hay que tener en cuenta que existen riesgos en el consumo de este alimento, sobre todo para personas que sufren de úlcera gastroduodenal y de gastritis, debido a su contenido en ácido y por su capacidad para aumentar la producción de jugos gástricos.