Otto Rohwedder era un joyero de origen alemán que vivió en Estados Unidos a principios del siglo XX. Le encantaba inventar máquinas. En aquella época, el pan se hacía en casa o se compraba en grandes y toscas barras, con una gruesa corteza para conservar la ternura del interior, y no eran fáciles de cortar.
Rohwedder pensó que si se pudiera vender el pan ya cortado en rebanadas, ahorraría mucho tiempo a esas amas de casa que, por aquel entonces, empezaban a trabajar fuera de casa también.
Así que vendió sus joyerías y dedicó todo el dinero a proyectar una cortadora de pan, capaz de cortar 4.000 panes por hora, a rebanadas de media pulgada de grosor (1,27 centímetros). Cuando la tuvo lista, tocaba venderla.
Pero los panaderos no lo vieron claro. Temían que, al cortarlo, el pan se desmigajara y durara menos tiempo tierno. Solo hubo uno, en Missouri, que apostó por la máquina de Rohwedder. Y fue un bombazo que cambió la vida de las familias americanas.
A los 3 años, el 80% del pan que se consumía en Estados Unidos era pan de molde, que se vendía envasado en papel encerado. También dio alas a otras industrias, como la de las tostadoras y las mermeladas y cremas para untar (y nació el sándwich de crema de cacahuete con mermelada de frambuesa, uno de los más emblemáticos de Estados Unidos).
Pero, en 1943, en plena II Guerra Mundial, el gobierno decidió prohibir su venta. No era por el pan en sí, sino para poder ahorrar en papel y en acero (imprescindible para fabricar la máquina de Otto Rohwedder).
La reacción social fue abrumadora. Así lo resume la carta que un ama de casa envió al The New York Times:
“Me gustaría hacerles saber lo importante que es el pan de molde para la moral y la cordura de un hogar: mi esposo y mis cuatro hijos tienen prisa durante y después del desayuno. Sin el pan en rebanadas, debo rebanar las tostadas yo misma. A dos piezas para cada uno de ellos, son diez rebanadas. A la hora del almuerzo debo cortar a mano al menos veinte rebanadas, ya que hago dos sándwiches para cada uno. Si después quiero yo comer un sándwich, ¡son veintidós rebanadas de pan las que debo cortar a toda prisa!”
La prohibición de vender pan rebanado se levantó unos días después. El pan de molde había ganado la guerra. The New York Times lo anunció con un simpático titular: “Rebanadas de pan de nuevo a la venta. Los pulgares de las amas de casa vuelven a estar a salvo”.